Este linaje vasco se inició con el casamiento de Manuel Artagaveytia (apellido compuesto por Arteaga - Beytia) y María de Urioste de la localidad de Santurce, territorio histórico de Bizkaia, cuyo hijo de nombre Ramón de Artagaveytia emigró hacia América del Sur, al Río de la Plata, con unos 17 años de edad.
Establecido en la Banda Oriental del Virreynato del Rio de la Plata, creó una empresa marítima, constituída por lanchones, que operaba en el Puerto del Buceo en Montevideo. Cuando la campaña militar de Oribe, organizó el Batallón de Voluntarios, integrado en su mayoría con ex combatientes del Carlismo en España, como Teniente Coronel, que disolvió tres días antes de la Paz el 8 de octubre de 1851.
Contrajo matrimonio con María Josefa Gomez Calvo el 25 de noviembre de 1826, y nueve de sus hijos llegaron a la edad adulta:
Esta es la historia de un bizkaino que dejó su terruño buscando, como tantos otros, mejores oportunidades de vida en las lejanas tierras de América, dejando atrás familia y la lucha del Carlismo, que tanto daño le hizo al legendario pueblo éuskaro, pero que con su tesón logró triunfar, dejando una prolifera descendencia como testigo de su presencia en el nuevo hogar que adoptó.
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La villa de la Restauración tiene casas bajas y modestas, muchos rancheríos, pero nunca falta el toque alegre y coqueto de las glicinas y las madreselvas, flores tutelares de los patios y las rejas. Extraño mundo ése, creado por Oribe al borde de Montevideo, hacia cuyas fantasmagóricas formas apuntan día y noche sus cañones.
También tiene un elenco de hombres extraños aquella capital improvisada: Felipe Maturana, posesionado hasta el delírio de su papel de “pater familias”; Larravide, un empresario soñador; Basañez , acaso otro soñador; el cura Ereño bramando desde el púlpito: Mueran los salvajes, inmundos unitarios.
En aquella galería de hombres tan dispares hay un comerciante vasco que ha escalado rápidamente los más altos rangos del escalafón militar. Leal como el que más, tal es la fama de los vascos, y por supuesto, terco como el que más, Ramón de Artagaveytia tiene todavía dibujados en sus retinas los paisajes de su Bizkaia natal, de donde salió cuando todavía no tenía dieciocho años para poner proa hacia América. “Congeniaba con Oribe, ambos se parecían”, comentó alguna vez un descendiente del vasco. ¡Si se parecerían¡. Se sabe que en 1835, en ocasión de una reestructura del Ejército, alguien puso en tela de juicio a Artagaveytia, por su condición de extranjero. Vasco de una sola pieza, indignado, pidió de inmediato la baja. Felizmente Oribe no le hizo caso, y acertó, porque durante los bravos años del Sitio Grande no hubiera podido prescindir del leal vasco que, ya con el grado de Teniente Coronel, le organizada en el Cerrito el Batallón de Voluntarios, donde enroló a sus compatriotas residentes aquí.
Los vascos de Artagaveytia vienen entrenados en la guerra. Cuatrocientos integran el Batallón: son lo mejor de la juventud carlista que la península expulsó allende los mares – o que se fueron voluntariamente, desilusionados, sábelo Dios – después que el Convenio de Vergara puso fin a la insurrección de Don Carlos María Isidro de Borbón, el despechado hermano de Fernando VII. Basterrica, Arostegui, Amilivia, Echeverría, Goldaracena, Aramburu y tantos otros sonoros apellidos vascos destinados después a volverse apellidos montevideanos aparecen en aquel Batallón, alimentando - ¿el delirio? - de otra causa ultralegitimista. Tuvo que disolver al fin Ramón de Artagaveytia su Batallón de Voluntarios. Lo hizo tres días antes de la Pa zdel 8 de octubre de 1851. Ya no tenía objeto aquel cuerpo de guerra, porque la guerra había concluído y el bizkaino debía retornar a sus negocios particulares, la compañía marítima que tenía operando en el puerto del Buceo.
El libro de los linajesT.2 – Ricardo Goldaracena.
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Recopilación realizada por E. Jorge Arin Ayphassorho (02-May-1923 - † 18-Abr-2010).
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Ultima actualización: 29 de setiembre de 2007